LEYENDAS DEL FÚTBOL: AGUSTÍN ABADÍA

Si te gusta el fútbol y tienes entre 25-30 años es muy probable que conozcas perfectamente a Agustín Abadía. Prototípico jugador ochentero, de aspecto desgarbado, gran bigote y calva notable, tenía más aspecto de haber bajado de un andamio que de recorrer los campos de fútbol todos los fines de semana.

Sin duda Agustín es un hombre de otro tiempo que no tendría cabida en el fútbol actual, ya que uno no se lo imagina revolucionando a las masas sobre los terrenos de juego, grabando anuncios televisivos sobre cremas suavizantes o viendo como su fotografía es portada por todas las jovencitas en sus carpetas. El "Tato" Abadía procede de esa estirpe de futbolistas que después de llevar a sus hijos al colegio y pasarse el día entrenando, llegaban a casa con su señora como cualquier hijo de vecino. Este centrocampista diestro nació en Binéfar en el año 1962 y prácticamente todas su trayectoria (o al menos sus mejores años) están ligados al C.D.Logroñés, equipo histórico donde los haya. Lo cierto es que Abadía no destacaba por nada en concreto, era un centrocampista luchador y que cumplía muy correctamente su función en el campo: evitar que el rival realizara su juego con fluidez y hacer que sus compañeros más creativos pudieran echarse hacia arriba mientras él mantenía la posición y de vez en cuando daba algún que otro buen pase. Sus aptitudes no pasaron desapercibidas para ese genio de "el otro fútbol", el rubio de Barakaldo Javier Clemente, que en su primer año en el Atlético de Madrid de Gil no dudo en reclutarlo para dar el toque de calidad a la media rojiblanca. Quizás por sentirse algo fuera de lugar o por miedo a las alturas, el año de Abadía en el Atleti no fue demasiado bueno y decidió regresar a la tranquilidad y seguridad que le daba su querido Logroñés, en el que siguió dando clases de fútbol.

El Atleti y Abadía, sufridores natos

A pesar de ser un hombre que pasaba desapercibido, el Tato tuvo su momento de gloria en la temporada 92-93, cuando en un partido contra el Real Madrid sacó a relucir su vena goleadora y con dos tantos evitó la derrota del equipo riojano ante Butragueño y los suyos. Inolvidable equipo el de aquellos años, por el que pasaron cracks como Poyatos, Iturrino, Salenko, Polster, Sarabia, Quique Setién, Lopetegui y el mismo Abadía. Su siguiente destino fue Compostela, equipo con el que ascendió a primera división y en el que dejó un grato recuerdo durante los tres años que estuvo con los gallegos. La temporada 96-97 la comenzó Agustín con su Binefar natal en la Segunda B, pero mediada la temporada recibió una llamada del Logroñés implorándole que realizara su último servicio para ayudarles a evitar el descenso. Dejando el futuro del equipo en manos de un hombre de 35 años que procedía del tercer escalafón del fútbol nacional no es extraño que el Logroñés terminase descendiendo, y es que Abadía era bueno pero milagros no hacía. No obstante, tuvo el dudoso honor de propiciar con un gol suyo al Valencia el cese de Luis Aragonés como entrenador valencianista. Ya vemos que Abadía marcaba poco, pero cuando lo hacía la liaba.

En una entrevista que le realizaron en la revista "Don Balón", le preguntaron acerca de su pericia a la hora de rematar de cabeza y su disparo con la zurda, y ni corto ni perezoso respondía: "yo tengo la cabeza para pensar y la pierna izquierda para apoyarme". Eso es ser un tío con las ideas claras, cuánto bien le habrían hecho estas palabras a Ivan Campo si las hubiera recordado cuado intentaba realizar regates dentro de su area pequeña.

En la actualidad, trás haber entrenado al Binéfar, Logroñés y Girona, Agustín Abadía mantiene ese aspecto de cuarentón currante que siempre le ha acompañado (algo normal, ya que ahora es realmente un cuarentón). La leyenda del Tato sigue adelante.

Como colofón, aquí tenéis un video sobre una cena homenaje a Abadía en la que un virtuoso del balón habla sobre otro: