DÁNDOLO TODO: TERRY BUTCHER


Hoy pretendo rendir homenaje a uno de tantos héroes futbolísticos que permanecen ahora olvidados en el anonimato; el hombre al que me refierno o es otro que el inglés Terry Butcher. Este defensor central nació en Singapur en 1958 aunque sus padres y él se trasladaron a Inglaterra al poco tiempo de nacer.

Butcher desarrolló casi toda su carrera en el Ipswich Town (al que por aquellos tiempos dirigía el genial Bobby Robson), y coincidió con la época de mayor gloria del equipo azul, ya que en 1981 ganaron la copa de la UEFA y estuvieron a punto de birlarle la liga al Aston Villa. En esos años se destacó por ser un tío muy batallador y muy hábil en el juego aéreo, siendo desde muy jóven uno de los pilares de la defensa de la selección nacional, en la que formó filas con otros míticos defensores como Samson, Fenwick, Stevens o el siempre sobrio y dedicado Stuart Pearce.
Tras su periplo de 10 años en el equipo de Ipswich, Butcher fue uno de los primeros ingleses que se decidió a participar en la vecina liga escocesa, fichando por el equipo de los protestantes de Glasgow, el Rangers. Durante los cuatro años que pasó en el equipo pasó buenos momentos (obtención de la capitanía, 3 veces campeón de liga) y también malos (estuvo varios meses de baja al romperse una pierna), pero siguió siendo un mariscal de la defensa.

Es cierto que era un tipo bastante expeditivo -por no emplear otra palabra- en la línea del anteriormente mencionado Stuart Pearce o nuestro querido Vinnie Jones, con lo cuál su apellido de Butcher le venía que ni pintado, pero a la vez todas sus acciones dejaban patente que era un jugador bastante noble e incansable. No en vano, Terry fue uno de los expectadores de lujo del famosísimo gol de Maradona en el mundial de México, ya que fue el único defensor inglés al que el Pelusa regateó dos veces, lo cual demuestra que Butcher tuvo los suficientes huevos para, después de haber sido sentado por el Diego, volver a levantarse y correr con todas sus fuerzas intentando evitar el gol a la desesperada.


Pero el momento en el que Butcher pasó de estrella a mito no tuvo lugar hasta el año 1989. Eran vísperas de época mundialista, e Inglaterra se jugaba la clasificación en un partido a cara de perro en Suecia: necesitaban el empate para entrar en el Mundial. A los pocos minutos de juego en un lance fortuito Butcher se hizo una profunda brecha en la cabeza y comenzó a sangrar. Tras ser atendido por el médico del equipo, cosiéndole la herida y aplicándole una venda en la cabeza, el jugador volvió al terreno de juego. Hoy en día por menos que eso el jugador interfecto habría sido retirado en camilla y trasladado urgentemente a un hospital, y sus compañeros le habrían dedicado cada gol conseguido haciendo celebraciones estúpidas e innecesarias. Pero Terry no se achicó lo más mínimo, siguió en el eje de la defensa dando siempre la cara y cortando todos los balones que pasaban cerca de él; de esta manera la hérida no tardó en volver a abrirse y su cabeza empezó a sangrar abundantemente. Su camiseta blanca al comienzo del partido se fue tiñendo de un rojo cada vez más intenso, dando lugar a imágenes dantescas y más propias de una batalla que de un partido de fútbol, aunque por suerte siempre ha habido jugadores como Terry que sabían que el fútbol era más que una batalla. Al ver estas fotografías se me viene a la cabeza el recuerdo de Luis Enrique en Estados Unidos o más recientemente de Michael Ballack en la final de la Eurocopa, en la que el árbitro le obligó a abandonar el césped ya que debían limpiarle una pequeña mancha de sangre en el cuello debido a una herida en la ceja. Estamos hablando del año 1989, pero la verdad es que parece una eternidad, no me imagino que un hecho similar pueda ocurrir actualmente, ahora hasta el más mínimo detalle que se escape a lo previsible está controlado, es difícil que podamos encontrarnos con héroes en el deporte porque ya no tienen posibilidad de serlo o porque simplemente no tienen la necesidad de serlo.


Por cierto, en ese partido en el que Terry Butcher perdió más sangre de la que la mayoría de los jugadores actuales tienen en el dedo meñique, Inglaterra obtuvo el empate que necesitaba para clasificarse, y Butcher se ganó a pulso la capitanía de su selección.
4 Responses
  1. Yakito Says:

    No desesperemos, el fútbol sigue siendo un deporte grande.

    Puedes decir que ha perdido mucho un deporte como el ciclismo, en el que todo está controlado; utilizan unos pinganillos que matan la carrera, los directores de los grandes equipos corren de una manera ultradefensiva o incluso los ciclistas tienen que dar parte a la UCI de dónde están y lo que hacen las 24 horas del día.

    El fútbol sí, el fútbol se ha reblandecido. Tenemos por norma aquello del 'Fair play' o el 'Say no to racism' pero la mano de Henry ante irlanda o la cantidad de patadas que se llevan CR9, Villa, Messi y compañía hacen que todo esto siga mereciendo la pena.

    Ver como equipos y jugadores se pasan aquello del fair play y siguen practicando un fútbol de calle, ver el area llena de empujones en un corner me hace pensar que esto no se ha hundido.

    PD: A ver si me saco un poco de tiempo y escribo algo que últimamente estoy a tope de curro


  2. Ale Says:

    Menudo ecce homo. Me recuerda, salvando las distancias, a aquel partido donde Pizzi marcó un gol con el Barça en el último minuto con la nariz ensangrentada por un golpe que se habia llevado antes. El estilo tán clásico del argentino de marcar en el último minuto, saliendo de suplente, a trompicones y encima con ese punto heroico que le daba la sangre le sirvió para ganarse una enorme fama entre los cules a pesar de ser el suplente de Ronaldo (el de los dientes).


  3. Yo también me acuerdo de ese partido de Pizzi, Ale. Fue en la famosa eliminatoria de 1997 entre Atleti y Barça, en la que Pizzi fue el gran héroe. El gol con la cara ensangrentada lo marcó en el partido de idea (2-2)


  4. Ale Says:

    Pues yo juraria que fue en un Barça-Espanyol de la misma temporada. El primer partido de la liga 96-97 en el Camp Nou, con un cesped poco arraigado y convertido en un patatal, aunque viendo como se desarrollaban las eliminatorias entre el Barça y el Atleti en los 90 no es de extrañar que al bueno de Juan Antonio le cayera otra galleta encima. Lo que si que recuerdo en aquel partido de esa eliminatoria (que a la vuelta se arregló con el mítico 5-4) fue la sangre que salio del muslo de Simeone al hacerle Fernando Couto lo mismo que hizo el argentino a Guerrero meses antes: clavarle los tacos en la carne sin piedad. Simeone y Couto, dos guarros y un destino.