MIRAR AL ABISMO

Estos últimos días habréis oido hablar -ante su inminente estreno- de la película "127 horas". Dirigida por Danny Boyle e interpretada por James Franco, está basada en la historia real de Aron Ralston, un experimentado escalador que en 2003 quedó atrapado en un cañón de Utah con una roca de 300 kilos aprisionándole el brazo derecho, viéndose obligado a amputárselo él mismo con una navaja multiusos para poder escapar de allí y sobrevivir.

Pero no es de esta historia de la que quiero hablar, sino de otra epopeya relacionada con el mundo del alpinismo. En 1985 dos jóvenes alpinistas, Simon Yates y Joe Simpson, intentaban hacer historia: ser los primeros hombres que ascendían el Siula Grande (6.344 metros) en los Andes peruanos por su cara oeste, prácticamente vertical. A pesar de las inclemencias del tiempo, pudieron coronar el pico con éxito, pero mientras observaban desde lo alto con orgullo lo que habían conseguido, advirtieron que el tiempo se les echaba encima, por lo que debían comenzar el descenso cuanto antes. Pero al poco de comenzar la bajada, Simpson resbaló con una placa de hielo y se rompió la tibia. Los que conozcáis un poco el montañismo advertiréis la gravedad del asunto, ya que en esa altitud es imposible un rescate, por no mencionar que los dos amigos habían planeado el trayecto como un "ascenso alpino", es decir, a realizar en el mismo día y aprovisionados de pocos víveres. Pero lo mejor es que explique la situación el mismo Joe Simpson, un relato escalofriante que se encuentra en su libro "Tocando el vacío":
"Ya está, me he roto la pierna. Estoy muerto. Todo el mundo lo decía... cuando sólo hay dos personas, un tobillo roto puede convertirse en una sentencia de muerte... La muerte me había parecido tan lejana, y sin embargo ahora todo estaba teñido de ella.

¿Qué es lo que pasa a partir de entonces? Simon me miró. Tal vez su mirada fue demasiado larga y dura, porque volvió el rostro con rapidez. No con la suficiente rapidez, no obstante: tuve tiempo de ver su cara fugazmente, pero en aquel instante supe lo que estaba pensando. Tenía un curioso aire de desapego. Me sentí acobardado al verlo, súbitamente me sentí extraño, muy distinto a él. Sus ojos estaban llenos de pensamientos, pena. Pena y algo más: esa distancia que se concede a un animal herido al que no se puede ayudar. Simon había tratado de ocultarlo, pero yo lo vi, y retiré la vista lleno de miedo y preocupación. En un momento se había abierto entre nosotros un abismo imposible de cruzar, y habíamos dejado de ser un equipo funcionando al unísono."

Pero Simon Yates en aquel momento decidió no hacer caso del sentido común y trazó un plan: atando las dos cuerdas de escalada que tenían (de 50 metros cada una), se colocaría un montañero a cada extremo de la misma. Yates se aseguraría en la nieve e iría dando cuerda a Simpson para que fuera descendiendo. Como las cuerdas estaban anudadas, llegados los 50 metros Simpson debía desatarlas, pasarlas alrededor del mosquetón y volver a anudarlas para que su compañero pudiera seguir bajándole los 50 metros restantes. Aunque doloroso, lento y costoso, el proceso parecía que estaba dando resultado durante un buen rato. Pero como las desgracias nunca vienen solas, un nuevo percance estaba a punto de suceder.

Mientras Joe era descendido, advirtió aterrotizado que la pendiente de la montaña dejaba paso a un profundo abismo al que su compañero le estaba llevando. Yates, muchos metros más arriba, no podía ver lo que estaba sucediendo, por lo que se extrañó mucho al notar un fuerte tirón en la cuerda, no podía pensar de ninguna manera que ello se debía a que su amigo estaba colgando de un precipicio de más de 30 metros. Allí abajo, Simpson se desgañitaba gritándo a Yates que estaba colgando y necesitaba ayuda, pero la fuerte ventisca y la oscuridad del atardecer impedían cualquier contacto. Yates sabía que algo malo estaba pasando, pero tomó la decisión de aguantar. ¿Esperando qué?

En ese momento tanto Yates como Simpson sabían que, si no se cortaba la cuerda, ambos morirían. Simpson tomó la decisión de permanecer colgado del abismo esperando los dos posibles desenlaces: una posibilidad es que su amigo cortara la cuerda dejándole caer, y la otra es que en lugar de cortar la cuerda, ambos cayeran a la profunda sima arrastrados por el peso del herido. En cualquier caso, él sabía que su muerte era ya segura. Mientras tanto, metros más arriba, Simon Yates luchaba denodadamente por intentar aguantar el peso de la cuerda, con el hielo fundiéndose bajo sus pies, hasta que llegó el inevitable momento en que vio que si no se liberaba del peso de su compañero, caería también. Cogió la navaja que llevaba en su bolsillo y rompió la cuerda. Quién le iba a decir días más tarde a Yates que, con esa dolorosa decisión, había salvado la vida de ambos. En el mismo libro Yates hace memoria de la fatídica decisión que tuvo que tomar aquel día:
“Toda mi zozobra después de haber cortado la cuerda no cambió en nada las cosas. Mi decisión había sido correcta y los dos habíamos sobrevivido. A lo largo de los años siguiente, he acertado a oír multitud de encontrados debates en torno a la ética de mi decisión y muchos hipotéticos «¿qué hubiera pasado si...?». He encontrado a gente comprensiva con mis acciones y otros abiertamente hostiles. Estas opiniones de segunda mano no significan nada comparadas con las palabras que Joe me dijo en la tienda aquella noche en Perú.”
Si os interesa conocer el milagroso desenlace de esta historia podéis leer el libro de Simpson "Tocando el vacío", o ver el documental realizado en 2003 y que lleva el mismo nombre. Os lo recomiendo de veras.

La historia de Yates y Simpson, al igual que la de Ralston, son una prueba de la valentía, la entereza y sobre todo las enormes ganas de vivir que algunos seres humanos pueden llegar a demostrar en situaciones extremas. Después de todo, parece que aquella frase tan manida de "no rendirse jamás" a veces trae sus resultados. Aunque es tan difícil ponerlo en práctica...
1 Response
  1. Yakito Says:

    Vaya relato colega. Los pelos como escárpias, sobrecogedor a tope.

    He visto la tercera y cuarta parte en inglés porque no las he encontrado en youtube en castellano.
    Voy a bajarme el documental y verlo desde el principio porque me ha parecido de los más cojonudo que he visto ultimamente.