CÓMO ASESINAR AL JEFE

Año 1970. Universidad de Lasalle (Pennsylvania). Ese año un peculiar entrenador llamado Paul Westhead se hace cargo del equipo de baloncesto del campus. Además de sus labores de coach, Westhead se encarga también de dar clases de literatura y poesía ya que es un gran conocedor de Shakespeare, entre otros autores. Hombre polifacético, utiliza para entrenar a sus jugadores algunos libros como "El zen y el arte del tiro con arco" o "El juego interior del tenis", obligando a los chicos a realizar cosas tan poco corrientes como rondas de tiro a canasta sin balón, o ensayos de tiros libres con los ojos cerrados. Y lo mejor de todo es que las enseñanzas de Westhead funcionan, las victorias llegan consistentemente y este entrenador de Philadelphia graduado en Literatura empieza a hacerse un nombre en el mundo del baloncesto.

Ese mismo año, a varios miles de kilómetros de distancia de Pennsylvania, más concretamente en Denver, un potente ala-pivot nacido en Missisipi debutante en la ABA acaba de conseguir en ese mismo año con los Denver Rockets los galardones de Rookie y MVP de la temporada promediando unos 30 puntos y 20 rebotes. Jugador explosivo y muy excéntrico, Spencer Haywood vive a tope tanto dentro como fuera de cancha, se entrega a sus grandes pasiones: el baloncesto, las chicas, el alcohol y el jazz. Haywood, todo un campeón olímpico (en Mexico '70) empieza a llamar a las puertas de la NBA y los grandes equipos se lo rifan.
 
 
Así pues, estos dos caracteres tan dispares comienzan la década de los 70 dispuestos a comerse el mundo. Y las cosas siguen rodando bien, Westhead consigue llevar a buen puerto su ultrarrápido esquema de juego a La Salle, un run-and-gun a toda velocidad en el que las defensas desaparecen para poner toda la carne en el ataque. No importa encajar 160 puntos si consigues anotar 161. La Universidad llega dos veces al torneo de la NCAA y en 1979 Paul Westhead recibe una gran noticia: Jack McKinney, amigo suyo y a la sazón entrenador de Los Angeles Lakers le ofrece ser su ayudante en la franquicia californiana. Y pocas semanas más tarde salta la sorpresa, ya que McKinney sufre un grave accidente en bicicleta y delega la labor de entrenador en Westhead. De entrenar en la universidad a hacerlo en el mejor equipo del mundo en apenas dos años, buen bagaje para él.
 
 
La carrera de Spencer Haywood tiene más baches en el camino. Tras fichar por los Seattle Supersonics y hacer varias temporadas a gran nivel, siendo incluso all-star, poco a poco los excesos van haciendo que su juego decaiga. Las noches cada vez se hacen más largas, el éxito atrae malas compañías como la cocaína y es traspasado a los Knicks, donde sus problemas no hacen más que agravarse. En Nueva York  hay mucha más cocaina y muchas más mujeres, allí conoce a la top-model Imán (posteriormente mujer de David Bowie) con la que acaba casándose. Tras recalar en los New Orleans Jazz, el baloncesto (por medio de Paul Westhead) le da una última oportunidad de reeencontrarse a sí mismo fichando por Los Angeles Lakers.
 

Haywood era una apuesta personal de Westhead, que incluso había dado a cambio a Adrian Dantley para poder conseguir al jugador sureño. Pero desde un principio las cosas no marcharon bien, ya que Haywood estaba ya visiblemente afectado por sus problemas con la coaína y el crack, no daba la talla en la pista y no hacía más que crear problemas y controversia allá por donde iba. Durante los partidos, solía levantarse desde el banquillo agitando la toalla y gritando su nombre para que la gente le corease y pidiese al entrenador que le sacase a pista. Pasaron los meses y los Lakers llegaron a las finales NBA contra los Sixers de Philadelphia, y Haywood tenía la oportunidad de hacerse valer y demostrar al entrenador que podía confiar en él: pero nada más lejos de la realidad. Un día, tras una larga charla técnica de Westhead en el que enseñaba a los jugadores varios videos del rival, el televisor se apagó, las luces se encendieron y ahí estaba Spencer Haywood completamente dormido. A regañadientes se levantó de la silla y se dirigió con sus compañeros al entrenamiento, tras vendarse los tobillos le pidió de muy malas maneras las tijeras a un compañero. Éste le dijo que las cosas se podían hacer con buenos modales, a lo que Haywood le contestó que "si tengo que pedirte las tijeras por favor, prefiero no utilizarlas". Comenzó el entrenamiento y a los pocos minutos ya estaba otra vez dormido a pierna suelta, y eso fue ya la gota que colmó el vaso para Westhead, que decidió expulsar al jugador del equipo para el resto de las finales.

Entonces Spencer Haywood hizo lo que cualquier persona en sus cabales NO habría hecho. Lleno de furia y hasta arriba de cocaína, cogió su coche y se dirigió rápidamente a casa mientras un plan se gestaba en su perturbada mente: "Abandoné el Forum y mientras iba en mi Rolls a casa daba vueltas a un único pensamiento: que Westhead debía morir". Llegó a casa y no sólo no desistió de sus planes sino que siguió maquinando, y decidió que la mejor manera de acabar con el entrenador era manipular los frenos de su coche. Llamó a un amigo suyo, un gangster de Detroit, y le explicó la situación y lo que había que hacer. Todo estaba preparado, pero la madre de Haywood acabó enterándose del asunto y tras hablar con su hijo y le hizo recapacitar. Por suerte para Westhead, el erudito profesor de literatura, acababa de librarse de protagonizar en sus propias carnes una gran tragedia de tintes shakespearianos. Lo cierto es que, por unos u otros motivos, ni Haywood ni Westhead tuvieron una larga carrera en los Angeles, sus singulares personalidades les llevaron a lugares de lo más variopintos alejados de la primera línea deportiva en los que poder reencontrarse a sí mismos: Haywood rehabilitarse y volver a sentirse una persona y baloncestista válido, y Westhead por su parte conseguir poner en marcha su supersónica táctica de juego.