PARTIDAZOS: BARCELONA-GOTEBÖRG 1986

Hace poco tuve la oportunidad de ver el documental "Fotbollens sista proletärer", que hace un repaso por los años mágicos del IFK Gotebörg, legendario equipo sueco que durante los años 80 paseó sus fútbol rocoso y eficaz por los campos de Europa con gran reconocimiento y éxito. En la película se hace especial memoria de aquella temporada 1985-86 en la que el equipo blanquiazul estuvo a un paso de clasificarse para la final de la Copa de Europa, en una espectacular eliminatoria contra el FC Barcelona.

El narrador del documental dice que "no fue hace tanto tiempo, sin embargo todo es ahora tan diferente". Y es verdad, en aquel año 1986 equipos modestos como el Gotebörg o el Steaua de Bucarest eran capaces de llegar hasta las últimas instancias de la Copa de Europa, el representante español en la máxima competición era un Barcelona que practicaba un estilo de juego muy directo y puramente inglés de la mano de Terry Venables (el "estilo Cruyff" era en aquellos años todavía una quimera), el fútbol era un deporte mucho más duro -es verdad- pero también más honesto y en el que no había concesiones de cara a la galería, todo podía pasar y a la hora de la verdad incluso los más grandes equipos podían sucumbir ante el pez más chico.

Con este panorama se presentó el Barcelona en el modesto estadio Ullevi para dirimir el partido de ida de las semifinales de la Copa de Europa ante el Gotebörg. Para llegar a esta eliminatoria, el equipo catalán había tenido que sudar tinta para eliminar al Sparta de Praga y al Oporto primero, y a la poderosa Juventus de Platini, Scirea y Michael Laudrup después, y por ello los azulgranas contaban con vivir un duelo más tranquilo ante el -a priori- menos inquietante conjunto sueco. Formado por un bombero, un cocinero y un fontanero, entre otros oficios, el Gotebörg tenía un carácter de equipo amateur que no se correspondía con sus prestaciones sobre el terreno de juego, como bien había podido comprobar el Aberdeen de Alex Ferguson en la eliminatoria anterior.

Terry Venables había tomado bueno nota: "Ni el Gotebörg es amateur, ni me fío un pelo de ellos". Las sospechas eran fundadas: antes del descanso, el cocinero Torbjörn Nilsson ya había puesto un inquietante 2-0 en el marcador, y para rematar la faena el bombero Holmgren se encargo de apagar todas las esperanzas del Barcelona con un tercer gol. Importante descalabro, que no podía achacarse totalmente ni a la mala suerte ni al mal estado del terreno de juego. En el vestuario azulgrana las caras eran de pocos amigos y la eliminación se veía esta vez muy cercana, sólamente algunos jugadores de carácter como Julio Alberto o Marcos hacían declaraciones optimistas de cara al futuro, e incluso el lateral apelaba a los "huevos" para poder sacar la eliminatoria adelante con el apoyo del público.


Durante las dos semanas previas al partido de vuelta, el Barcelona no paró de lanzar mensajes a los aficionados para que llenasen el Camp Nou, animasen sin parar al equipo y fuesen una parte activa y desequilibrante de la eliminatoria. Y llegó el día 16 de abril con malas noticias: dos de los pilares del equipo, Steve Archibald y Berndt Schuster serían baja para el crucial choque, aunque a última hora el alemán pudo recuperarse con las facultades físicas muy mermadas. En la punta del ataque, las esperanzas habían sido fiadas a Pichi Alonso, que se había pasado tres años calentando banquillo en el Camp Nou y que en circusntancias normales ni habría pasado vestirse de corto aquel día. Pero como el destino tiene estas cosas, quién menos se esperaba fue el que dinamitó la eliminatoria: en un estadio que se mostró como una olla a presión, el Barcelona salió en tromba desde el principio y a los 10 minutos ya se había adelantado en el marcador gracias a Pichi.

Pero este contratiempo no alteró para nada al equipo sueco, que siguió a lo suyo sin ponerse nervioso. De hecho hubo una parte del partido en la que Uruti fue -como tantas otras veces- el salvador del Barcelona con paradas de mérito. El partido era vibrante, con dos equipos jugando de forma muy concisa y directa, con constantes ocasiones de gol, y así discurrieron las cosas hasta que a falta de 25 minutos para el final, Pichi recibió un pase en profundidad de Migueli y definió con la tranquilidad propia de un cazagoles nato. 2-0 y el partido entraba en esa fase en la que el corazón se imponía a la razón, y aunque los suecos no se daban por vencidos, parecían resignarse al hecho de que el Barcelona no iba a parar hasta cosneguir igualar la eliminatoria. Y así fue, cuando a falta de 25 minutos el Lobo Carrasco relizó una de sus clásicas internadas por la banda izquierda, y tras realizar una serie de quiebros al defensor consiguió zafarse de él para poner un centro perfecto a la cabeza de Pichi, que mandaba el balón al interior de las mallas y ponía en éxtasis al Camp Nou. Tras una tensa prórroga en la que ambos equipos parecieron firmar el armisticio, y en la que Pichi Alonso fue sustituido por Clos, consiguiendo así el aplauso unánime del estadio, se llegó a la fatídica tanda de penaltis.


Y cómo en una tanda de penaltis puede pasar cualquier cosa, pasó que uno de los mejores jugadores durante el partido -el Lobo Carrasco- falló su lanzamiento y acto seguido TorbjÖrn Nilsson acertó en el suyo para poner el 2-4 que obligaba al Barcelona a materializar sus dos lanzamientos restantes y parar el del Göteborg. Calderé consiguió y anotar y el destino del Barça estaba ahora en los guantes de Urruti. El genial guardameta vasco adivinó a la perfección hacia donde iba a lanzar el sueco y detuvo con una estirada felina. El estadio entero estalló en júbilo pero el portero hizo gestos al público de que se calmase, ya que aún había más: el propio Urruti era el encargado de lanzar el último penalti para empatar la tanda.

Y es que Urruti, además de un maestro a la hora de detener penaltis, era también un consumado lanzador de ellos. Sin ningún tipo de nervios, haciendo una paradinha y engañando completamente al portero Wernersson, conseguía el gol de la momentánea tranquilidad. Después de salvar por enésima vez una situación de riesgo extremo, esta vez el partido no se le podía escapar al Barcelona: el noruego Mordt lanzó fuera su lanzamiento y Victor Muñoz ponía el sello a una noche que sería histórica consiguiendo marcar el penalti deinitivo. ¡Éxtasis en el Camp Nou! Pichi Alonso veía sorprendido cómo dos periodistas se disputaban hacerle una entrevista a pie de campo, y les decía en un tono entre jocoso y melancólico "no os peleéis por mi, si nunca me habéis querido", Terry Venables era izado en volandas por sus propios jugadores, Carrasco respiraba por fin aliviado y se quitaba el peso de encima de su lanzamiento fallado, y Victor era abrazado y felicitado por todos, incluido un jóven recogepelotas de Santpedor que vivía desde el anonimato una de sus primeras noches mágicas en el Camp Nou.

25 años después, el Barcelona volvería a jugar una final de Copa de Europa, y lo haría cómo en casa en un Sánchez Pizjuan de claro color azulgrana, ante un rival primerizo llegado de Europa del Este: el Steaua de Bucarest. Pero eso ya es otra historia.