Hace tiempo oí a Lorenzo Serra Ferrer una de las citas futboleras que más me han impactado:

'En el fútbol no siempre gana quien mas tiene, sino quien mas quiere'

Lo dijo el día anterior a un Betis-Chelsea y efectivamente el Betis dio la campanada europea ante el ostentoso Chelsea de Abrahamovic.

Esas cosas te hacen pensar en lo grande que es el deporte. Muchas veces quien es mejor no es capaz de ganar a alguien en teoría inferior.
Hay días en los que la lógica se olvida de todo y nos regala auténticas tardes para el recuerdo, de esas que a pesar de los años las recuerdas como si fuera ayer, tus presentimientos antes del partido, recuerdas con quien estabas y la amistad que forjasteis aquel día e incluso el cariño que cogiste a algún jugador como agradecimiento a la gesta que acababa de hacer.

Podía pasar cualquier cosa pero en aquel momento tú te levantaste del asiento y te pusiste a gritarle al televisor, saltaste y todos tus pensamientos se centraban en lo que estabas viendo.

De eso quería hablar, de los momentos en los que hemos contenido el llanto frente al deporte y nos hemos llevado una de las mayores(y más efímeras) alegrías de nuestras vidas.
Espero se os haga ameno el siguiente ladrillo:


Despertaba una mañana olímpica de verano y haciendo zapping puse la dos. Quería saber que había sucedido la madrugada anterior en las olimpiadas de Pekín cuando de repente dieron paso al pabellón olímpico y vi por primera vez en mi vida a 'Pirri Abajo'.
Estaba luchando por un bronce en esgrima y como no tenía noticia de tal medalla creía que estaba contemplando un amargo cuarto puesto. La contienda estaba reñida y el cartel de la tele decía que la señal venía en directo, pero ¿Cuando duermen en Pekín? ¿No era madrugada allí? Estaba completamente desorientado hasta que Pirri ganó la medalla. Primera medalla para la esgrima española en la historia de las olimpiadas.
Me levanté del sofá y aplaudí como un loco. La alegría llegó porque lo había conseguido un tipo que no vive de su deporte y sobre todo por lo inesperado de la medalla, hasta que no estaba el combate a la mitad no sabía si estaba viendo algo en directo o no.


Siguiendo con los logros olímpicos os pasaré a relatar el mayor subidón eufórico de mi vida, era verano del 2000 y el evento se celebraba en Sidney.
Llegaba del colegio me senté ante el televisor para ver que deporte daban. Tocó Volley playa, un deporte desconocido para mi.
La pareja española (Xabi Bosma - Fabio Diez 'El gato de la arena') jugaba contra brasil. La idea que tengo de brasil en ese deporte es que son unos máquinas así que me puse a verlo con ojos de cordero degollado.
El partido fue reñido pero siempre iban los brasileños un paso por delante. España salvó un par de bolas de partido y en cuanto tuvo una oportunidad de llevarse el encuentro se lo llevaron.

Y eso si que fue la puta hostia.

Ahí reventé, salté del sofá y me puse a aplaudir y a gritar como un chalado. Salté por el salón con todas mis energías mientras mi hermano atónito no daba crédito a lo que veía, simplemente se descojonaba desde la otra esquina y me espoleaba para que siguiera haciendo el subnormal. Canté a grito pelado el barras y estrellas ¿? mientras daba vueltas sobre mi propio eje haciendo el avión hasta que al final mareado me senté en el suelo y me puse a aplaudir con media lagrimilla en los ojos.
Mi hermano también estaba feliz y él es una persona a la que nunca le ha hecho gracia el deporte televisado. Creo que en ese momento sintió, aunque no tanto como yo, la emoción y la adrenalina que puede suponer una tarde de triunfo deportivo.
Y es que os lo juro; jamás en mi puta vida he sentido una alegría tan enorme y tan desbordante. No os estoy hablando sólo del ámbito deportivo, os hablo de en toda mi vida y todavía no comprendo a qué se debió.