OTRA VEZ EL ANNAPURNA

Esta semana todos hemos podido leer la noticia del fallecimiento de Tolo Calafat, el alpinista mallorquín que perdió la vida cuando intenta descender de la cima del Annapurna.

Después del tremendo esfuerzo realizado por llegar a la cumbre, su cuerpo dijo basta, sufría un edema cerebral y ya no podía bajar por su propio pie al Campamento 4, que se encontraba a 7.200 metros y de donde fueron rescatados en helicóptero algunos de sus compañeros de expedición como Juanito Oiarzabal, Carlos Pauner y Horia Colibasanu. Apenas 400 metros y el final de esta historia hubiera sido muy diferente.

Falleció después de pasar varios días a 7.600 metros de altura, durmiendo prácticamente sobre la nieve y sufriendo un edema cerebral, en definitiva, una muerte agónica que no se la deseo a nadie. El único consuelo, por sacar algo positivo, es que no murió sólo, le acompañaba un sherpa llamado Sonam.

Tolo Calafat

No hace mucho, en el 2008, sucedió algo muy similar con un alpinista navarro, Iñaki Ochoa de Olza. En este caso Iñaki no pudo hacer cima, se quedo a tan sólo 100 metros. Se encontraba muy tocado, él mismo sabía que algo grabe le pasaba y se tuvo que dar la vuelta. Su compañero, el rumano Horia Colibasanu (el mismo que subió con Tolo Calafat hace unos días), decidió acompañarle en su descenso. Parece algo de sentido común el ayudar a tu compañero enfermo, pero no siempre se hace, y menos tan cerca de la cumbre.

Bajaron hasta los 7.400 metros y Iñaki no pudo continuar, montaron la tienda de compaña, Horia alivio los dolores de Iñaki como buenamente pudo (sufría un edema cerebral y otro pulmonar), y esperaron a ser rescatados. Lo que Iñaki ya nunca sabrá es todo lo que hicieron sus compañeros para intentar rescatarle, todos los que le conocían y estaban por la zona se movilizaron de inmediato. A Ueli Steck, por ejemplo, un alpinista suizo especializado en subir a toda leche, le despertaron de la cama a las 5 de la mañana para darle la noticia, de la misma se preparo con lo más básico y subió hasta donde estaban, hizo en 24 horas lo que se tarda en hacer 72, sin descanso, cuando llego a la arista donde estaban Iñaki y Horia, este último le pidió que por favor se bajará porque llego en tal estado que su vida corría serio peligro.

La familia pidió ayuda para recaudar dinero e intentar enviar un helicóptero hasta donde estaba el alpinista, cuando hablaron con Nepal para tramitarlo les dijeron que eso mismo ya lo estaban intentando hacer y que alguien lo había pagado todo. Varias personas más intentaron subir, pero el tiempo no se lo permitió. El único que pudo acceder fue el kazajo Denis Urubko, pero con la intención de convencer a Horia para que bajase (sólo entre 2 no podían bajarle), a lo cual éste se negó. Horia aguanto 5 días junto a Iñaki, cuando no pudo más, tuvo que bajar dejando sólo a su amigo, y menos mal que en el descenso se encontró con compañeros que le ayudaron a llegar hasta el campamento, sino no hubiese podido llegar. Esa misma noche Iñaki falleció.

Iñaki Ochoa de Olza

Precisamente el pasado viernes echaron un reportaje (en Informe Robinson) sobre la trágica historia de Iñaki, contada por los compañeros-amigos que estuvieron con él en aquella expedición y por sus familiares. Y la verdad, me llamo la atención muchas cosas de este reportaje:

La manera de ver la vida y su profesión del propio alpinista: “subir al Himalaya con oxigeno es como correr el tour en motocicleta, es hacer trampas”; “a 7.000 y pico metros como si viene la armada de los Estados Unidos, que o bajas por tu propio pie o no te salva nadie”.

Las declaraciones de su hermana cuando le contaron lo sucedido, tu hermano esta a 7.400 metros y no puede bajar, ella que conocía muy bien a su hermano ya sabía el desenlace; los hermanos que también conocedores de la montaña le dijeron a Horia (el compañero que se quedo a su lado) que dejará a su hermano sólo y bajará, que sino se iba a morir él también.
La madre que contaba, con total entereza, como sabía que tarde o temprano su hijo moriría en aquellas montañas, pero le quedaba el consuelo de saber que él era muy feliz haciendo lo que hacía.
El nepalí que pago el solo de su bolsillo un helicóptero para intentar rescatar al alpinista.
Y, sobre todo, los cojones de Horia al negarse a bajar dejando sólo a su amigo; y los de suizo Ueli Steck y el kazajo Denis Urubko, que subieron hasta ahí arriba a la desesperada, jugándose la vida, para intentar bajarle sin éxito. Y los de los otros 12 compañeros (de varias nacionalidades), que se quedaron varios días en una de las paredes de este “ochomil” con la intención de poder ayudar a su compañero.

Una historia de película, excepto por el final. Desde aquí mostrar un sentido pésame por Tolo Calafat; y mi admiración a todos los que, como Tolo o Iñaki, se juegan el tipo por subir a estos monstruos de la naturaleza.

y el puto Annapurna

Supongo que merecerá la pena.
4 Responses
  1. Yakito Says:

    Muy buena entrada AnderTaker, me ha encantado la historia.

    No comprendo el alpinismo, no entiendo como hay gente dispuesta a dejarse la vida en la montaña como si nada. A veces pienso que quizá sea como aquellos que aceleran de mas con el coche, que es gente que cree que nunca le va a pasar.
    Pero aún así merece muchísima más admiración el alpinismo que otros deportes más patrocinados.


  2. Lo que sí es verdad es que una gran mayoría de los alpinistas que van con expediciones financiadas van completamente a lo suyo, a llegar a la cima sin importarles si les quedan fuerzas para bajar (esto consiste en saber subir y saber bajar) o la situación de sus compañeros. Luego pasa como con Oiarzabal, al que los hermanos Iñurrategi le salvaron la vida en el Kanchenjunga, pero él sin embargo no puede ayudar a compañeros en apuros porque únicamente piensa en coronar la cima y ya no está físicamente como en épocas anteriores. En el caso de Calafat, no me parece consecuente que Oiarzabal criticara a la expedición de la coreana porque nadie ayudó a su compañero, y sin embargo ni Oiarzabal (mucho más experimentado que Calafat) ni nadie se preocupó de las condiciones en las que iba. Ya sé que el mal de altura provoca euforia y desorientación, pero cuando llevas 30 años subiendo montañas se supone que debes tener una cierta autoridad y aconsejar a los demás para intentar que todos llegen a casa...

    Por cierto, os vuelvo a recomendar la película-documental "Tocando el vacío", sobre una ascensión de dos amigos al Siula Grande (6.344 m) en los Andes. Toda una odisea


  3. Creo que este hombre da en el clavo:

    http://www.20minutos.es/noticia/697186/0/pauner/regreso/espana/

    Por cierto, que el otro día en el Marca, cuando aun estaba vivo y se comunicaba con sus compañeros, publicaron en grande una frase del tal Tolo: "Sacadme de aquí, por mis hijos". Yo no es por nada, pero le tenían que haber respondido: "No subieras ahí... por tus hijos".


  4. Melo Says:

    No tengo datos suficientes para juzgar nada de lo que comentais, pero supongo que cuando a uno le da por subirse ahí arriba sabe a lo que se expone...aunque no por eso deja de ser una putada...