Sentimientos encontrados


Quien más quien menos, esperaba el partido de ayer con cierta incertidumbre. Aparte de la bravuconería de ambas aficiones, nadie sabía a ciencia cierta lo que podía ocurrir en el clásico.

Esa es la parte positiva de no involucrarte emocionalmente en un partido de ese tipo, el no ser hincha de ninguno de los dos y no profesar mucho aprecio a ese tipo de clubes, te permite ver los toros desde la barrera, y disfrutar del partido sin mayor interés que ver fútbol.

Muchas veces, cuando se producen este tipo de enfrentamientos, tengo la sensación de que el hincha piensa más en joder al prójimo que en su propio equipo. Parece que lo importante no es que tu equipo gane, sino que el contrario pierda, y es ahí donde me parece que se pierde la perspectiva y el fair play de este deporte.

Todos sabemos que hoy los aficionados del Barca están exultantes, mientras que los merengues no estarán muy contentos, pero ¿que hay de los aficionados del resto de equipos de primera y segunda división?

Os dejo una encuesta para valorar que sentimiento os produce el resultado del Barca- Madrid.
Animaos y participad....

Andy Hug, 'El samurai de ojos azules'.

De cuando en cuando me da por buscar en youtube vídeos sobre algún luchador de K-1, UFC y Pride. Y así es como consigo cierta cultura en estos deportes de lucha que por aquí apenas son conocidos pero que en otros países, no sólo asiáticos son bastante seguidos.
Espero que algún día aparezca por aquí un 'Fernando Alonso' que haga que todo el país siga sus aventuras en el extranjero.

Pero en fin, hoy quería hablaros de uno de mis luchadores favoritos, no sólo por su perfecta técnica sino por su carácter amable: Andy Hug, 'El samurai de ojos azules'.


La carrera del suizo Andy Hug abarca del 92 al 2000 aunque pasó del kárate al kickboxing en menos de un año.
Es por ello que en sus vídeos de highlights se le puede ver luciendo kimono.

Comentar que debido a su precocidad y su talento tuvo que presentar una carta de sus abuelos (ya que no tenía padre) para que le dejaran competir en full contact antes de los veinte. Ya que sin autorización no era legal competir antes de esa edad. Empezó a competir como profesional a los 28 años.

En K-1 fue campeón mundial en 1996 pero por lo que llama la atención es por lo bien que ejecutaba las patadas altas, en especial el Kakato Geri o como lo bautizamos en mi casa 'el martillazo'.
Consta en levantar la pierna por encima de la cabeza e impactar con el talón en la cabeza del rival. Así de simple y así de efectivo, una de esas y besas la lona.
Creo que con este vídeo se entiende perfectamente de lo que hablo:


La primera patada ya es un martillazo.

En japón se le apodó 'el samurai de ojos azules', a pesar de que los tenía marrones. Esto que puede parecer una chorrada es un título honorario que no se ha dado a otro luchador de K-1 anteriormente.

Marcaba tan bien los movimientos que a veces parecían combates del Tekken.

Lamentablemente Andy Hug falleció en el año 2000 a los 35 años por una leucemia, aun así nos dejó grandes combates para el recuerdo. Recomiendo especialmente el de Ray Sefo y Jerome Le Banner, no tienen desperdicio.

POMPONES PARA TODOS

Hoy me he levantado de mala hostia al enterarme de que el Gobierno Vasco ha decidido multar a los clubes de baloncesto que no cuenten con algún miembro masculino en su equipo de cheerleaders. Es decir, que  o meten a chicos en el equipo o se acabó el bailar (aquí la norma de la paridad parece ser que no se tiene en cuenta), independientemente de su valía y su experiencia.


Curiosamente en Bilbao la llegada de la carta gubernamental ha coincidido con la entrada al equipo de cheerleaders de dos miembros masculinos. Según JJ Davalillo, presidente de la entidad, ha sido todo una casualidad ya que desde el club se llevaba tiempo pensando en integrar a los chicos en la estructura del cuerpo de animadoras. Por su parte, el GBC Lagun Aro donostiarra también se ha dado prisa en meter a otro muchacho. En el caso del Caja Laboral hasta enero no podrán contar con equipo de cheerleaders, así que tienen tiempo para prepararse.

No creo que nadie se pueda quejar ni calificar de discriminatorio el hecho de que en los hospitales la mayor parte del cuerpo de enfermería sean mujeres, ya que en las facultades este género es el mayoritario; y lo mismo pero a la inversa sucede en otras profesiones. La existencia de un ministerio de Igualdad ha demostrado ser una perdida de tiempo y dinero, por ello la decisión de integrarlo en el Ministerio de Sanidad y Política Social, pero ello no ha sido un obstáculo para que se sigan promulgando leyes como esta de la que hablo. Me juego el cuello a que gran parte de las cabezas pensantes del ministerio considerananacrónica e incluso ofensiva la profesión de cheerleader (cosa que no es así) pero, como siempre, la medida adoptada ha sido la más populista.

La profesión de animadora es eminentemente femenina (y no se debe a temas machistas ni discriminatorios, sino simplemente a que tiene más tirón entre las chicas), y además de ello es una profesión no muy extendida y con pocos años de vida este país (sólo tenemos un equipo profesional de cheerleaders, las Dream Cheers). Me vienen a la cabeza algunas dudas: la animación deportiva abarca varios aspectos: las cheerleaders, las mascotas, los que lanzan al público cammisetas y souvenirs, los speakers... y en todo ello siempre ha habido mezcla de chicos y chicas. Pero sin embargo el Gobierno Vasco pone su mirada en un aspecto concreto de la animación como es el baile y las cheerleaders. ¿Por qué? Yo tengo mis ideas al respecto y creo que no se trata precisamente de dar al hombre las mismas oportunidades que a la mujer. 
Me hago una pregunta, o varias: ¿por qué desde el gobierno no se dan ayudas a los hombres maltratados? ¿por qué no se hace algo para integrar a las mujeres en el divertido mundo de la albañilería o la pesca en alta mar? ¿por qué todas las leyes que no favorecen claramente a las mujeres son tachadas de leyes machistas? ¿Por qué me da la sensación de que en esta sociedad ser hombre es una lacra?

Una cosa es segura, el amplio colectivo de cheerleaders masculinos ya puede dormir tranquilo. Una vez más, se ha hecho justicia.

Nobuhiro Takeda y la agonía de Doha.

Más de una vez he visto en 'la Siete' el programa japonés de entretenimiento Banzuke. Presentado por Kei Kato los concursantes tendrán que superar una serie de pruebas jodidísimas en las que muchos días termina el programa y no tenemos ni un sólo ganador. Como bien dice la absurda entradilla del programa 'es la competición definitiva entre el hombre y el obstáculo'.
En resumen, una especie de humor amarillo con mayor dificultad.


Pues estas gilipolleces son las que veo yo por la tele.

El motivo por el que escribo esto es porque una mañana empezaron a desfilar una serie de concursantes curiosos: tres jugadores de beisbol, un surfista y un futbolista. Ahí me dije, este ni es futbolista ni es nada, otro como el del Pardo; se trataba de Nobuhiro Takeda.

Concursaba en la prueba Giant Ball, que tampoco es una prueba que exija demasiada fuerza física o resistencia, mas bien equilibrio y coordinación. Algo que un futbolista o cualquier anormal puede intentar, ya que en algunas pruebas tienes que ser capaz de hacer equilibrios en un monociclo o hacer el pino. Cosa que un servidor es incapaz de hacer.

La sorpresa llegó a posteriori, una vez terminado el programa decidí buscar el nombre de Nobuhiro Takeda en google y la wikipedia me instruyó.

Por lo visto Takeda militó toda su carrera en equipos japoneses, y allí es bien recordado porque fue un delantero notable desde el 86 hasta el 01, donde anotó 142 goles.
Como internacional jugó 18 partidos y marcó un golito.

Pero por lo que el pueblo japonés no olvida a Nobuhiro Takeda es por haber participado en el partido denominado como 'La agonía de Doha'.


En la clasificación para el mundial de estados unidos las seis mejores selecciones de los grupos de clasificación de la zona asiática terminaban enfrentándose en un grupo en Doha donde sólo los dos mejores obtenían el billete para USA 94.
En la última jornada Japón lideraba el grupo a falta de su partido ante Iraq. En segundo lugar estaba Arabia Saudí y en tercer lugar Corea del Sur.

El partido ante Iraq fue cómodo para la selección nipona: se adelantaron en el minuto 5 y llegaron al descuento con un resultado de 2-1 favorable. Pero los partidos hay que jugarlos hasta el final y en el descuento de aquel encuentro Salman logró el empate para Iraq.
Corea que había ganado su partido empató así a Japón en la clasificación y se metió en el mundial por la diferencia de goles.

Aquel partido fue dramático para Japón, rozaron con la punta de los dedos una clasificación que de haberse conseguido habría sido la primera participación japonesa en un mundial. Desde entonces a aquel partido se le recuerda como 'La agonía de Doha' y curiosamente en Corea lo recuerdan como 'El milagro de Doha', cada uno cuenta la feria según le ha ido.


Nuestro protagonista salió de suplente en el minuto 81, justo a tiempo para vivir el desastre.
Actualmente trabaja en la televisión japonesa.

Desde entonces hasta ahora Japón se ha clasificado para todos los mundiales. Aún así es curioso como en el fútbol un nombre te lleva a un equipo y un equipo a una historia.


MIRAR AL ABISMO

Estos últimos días habréis oido hablar -ante su inminente estreno- de la película "127 horas". Dirigida por Danny Boyle e interpretada por James Franco, está basada en la historia real de Aron Ralston, un experimentado escalador que en 2003 quedó atrapado en un cañón de Utah con una roca de 300 kilos aprisionándole el brazo derecho, viéndose obligado a amputárselo él mismo con una navaja multiusos para poder escapar de allí y sobrevivir.

Pero no es de esta historia de la que quiero hablar, sino de otra epopeya relacionada con el mundo del alpinismo. En 1985 dos jóvenes alpinistas, Simon Yates y Joe Simpson, intentaban hacer historia: ser los primeros hombres que ascendían el Siula Grande (6.344 metros) en los Andes peruanos por su cara oeste, prácticamente vertical. A pesar de las inclemencias del tiempo, pudieron coronar el pico con éxito, pero mientras observaban desde lo alto con orgullo lo que habían conseguido, advirtieron que el tiempo se les echaba encima, por lo que debían comenzar el descenso cuanto antes. Pero al poco de comenzar la bajada, Simpson resbaló con una placa de hielo y se rompió la tibia. Los que conozcáis un poco el montañismo advertiréis la gravedad del asunto, ya que en esa altitud es imposible un rescate, por no mencionar que los dos amigos habían planeado el trayecto como un "ascenso alpino", es decir, a realizar en el mismo día y aprovisionados de pocos víveres. Pero lo mejor es que explique la situación el mismo Joe Simpson, un relato escalofriante que se encuentra en su libro "Tocando el vacío":
"Ya está, me he roto la pierna. Estoy muerto. Todo el mundo lo decía... cuando sólo hay dos personas, un tobillo roto puede convertirse en una sentencia de muerte... La muerte me había parecido tan lejana, y sin embargo ahora todo estaba teñido de ella.

¿Qué es lo que pasa a partir de entonces? Simon me miró. Tal vez su mirada fue demasiado larga y dura, porque volvió el rostro con rapidez. No con la suficiente rapidez, no obstante: tuve tiempo de ver su cara fugazmente, pero en aquel instante supe lo que estaba pensando. Tenía un curioso aire de desapego. Me sentí acobardado al verlo, súbitamente me sentí extraño, muy distinto a él. Sus ojos estaban llenos de pensamientos, pena. Pena y algo más: esa distancia que se concede a un animal herido al que no se puede ayudar. Simon había tratado de ocultarlo, pero yo lo vi, y retiré la vista lleno de miedo y preocupación. En un momento se había abierto entre nosotros un abismo imposible de cruzar, y habíamos dejado de ser un equipo funcionando al unísono."

Pero Simon Yates en aquel momento decidió no hacer caso del sentido común y trazó un plan: atando las dos cuerdas de escalada que tenían (de 50 metros cada una), se colocaría un montañero a cada extremo de la misma. Yates se aseguraría en la nieve e iría dando cuerda a Simpson para que fuera descendiendo. Como las cuerdas estaban anudadas, llegados los 50 metros Simpson debía desatarlas, pasarlas alrededor del mosquetón y volver a anudarlas para que su compañero pudiera seguir bajándole los 50 metros restantes. Aunque doloroso, lento y costoso, el proceso parecía que estaba dando resultado durante un buen rato. Pero como las desgracias nunca vienen solas, un nuevo percance estaba a punto de suceder.

Mientras Joe era descendido, advirtió aterrotizado que la pendiente de la montaña dejaba paso a un profundo abismo al que su compañero le estaba llevando. Yates, muchos metros más arriba, no podía ver lo que estaba sucediendo, por lo que se extrañó mucho al notar un fuerte tirón en la cuerda, no podía pensar de ninguna manera que ello se debía a que su amigo estaba colgando de un precipicio de más de 30 metros. Allí abajo, Simpson se desgañitaba gritándo a Yates que estaba colgando y necesitaba ayuda, pero la fuerte ventisca y la oscuridad del atardecer impedían cualquier contacto. Yates sabía que algo malo estaba pasando, pero tomó la decisión de aguantar. ¿Esperando qué?

En ese momento tanto Yates como Simpson sabían que, si no se cortaba la cuerda, ambos morirían. Simpson tomó la decisión de permanecer colgado del abismo esperando los dos posibles desenlaces: una posibilidad es que su amigo cortara la cuerda dejándole caer, y la otra es que en lugar de cortar la cuerda, ambos cayeran a la profunda sima arrastrados por el peso del herido. En cualquier caso, él sabía que su muerte era ya segura. Mientras tanto, metros más arriba, Simon Yates luchaba denodadamente por intentar aguantar el peso de la cuerda, con el hielo fundiéndose bajo sus pies, hasta que llegó el inevitable momento en que vio que si no se liberaba del peso de su compañero, caería también. Cogió la navaja que llevaba en su bolsillo y rompió la cuerda. Quién le iba a decir días más tarde a Yates que, con esa dolorosa decisión, había salvado la vida de ambos. En el mismo libro Yates hace memoria de la fatídica decisión que tuvo que tomar aquel día:
“Toda mi zozobra después de haber cortado la cuerda no cambió en nada las cosas. Mi decisión había sido correcta y los dos habíamos sobrevivido. A lo largo de los años siguiente, he acertado a oír multitud de encontrados debates en torno a la ética de mi decisión y muchos hipotéticos «¿qué hubiera pasado si...?». He encontrado a gente comprensiva con mis acciones y otros abiertamente hostiles. Estas opiniones de segunda mano no significan nada comparadas con las palabras que Joe me dijo en la tienda aquella noche en Perú.”
Si os interesa conocer el milagroso desenlace de esta historia podéis leer el libro de Simpson "Tocando el vacío", o ver el documental realizado en 2003 y que lleva el mismo nombre. Os lo recomiendo de veras.

La historia de Yates y Simpson, al igual que la de Ralston, son una prueba de la valentía, la entereza y sobre todo las enormes ganas de vivir que algunos seres humanos pueden llegar a demostrar en situaciones extremas. Después de todo, parece que aquella frase tan manida de "no rendirse jamás" a veces trae sus resultados. Aunque es tan difícil ponerlo en práctica...