Si el otro día señalábamos el actual uniforme titular de la selección inglesa como una de las equipaciones más bonitas del año, vámonos ahora al extremo contrario para ver posiblemente una de las camisetas más infames que se recuerdan desde que el fútbol es fútbol.

Para no herir corazones sensibles iremos introduciendo el tema poco a poco. El engendro que os vamos mostrar procede de un país tan poco futbolero como Estados Unidos, y más concretamente del estado de Colorado. Colorado es conocido principalmente por sus Montañas Rocosas (que aparecen retratadas por ejemplo en el logo de los Denver Nuggets) cuyo pico más alto es el monte Elbert, o por sus estaciones de esquí, entre las que destaca Aspen; Colorado es sin duda uno de los estados del oeste más míticos.

En 1978 la ciudad de Denver decidió devolver el soccer profesional al estado de Colorado, y como resultado se fundó el equipo de los Colorado Caribous, cuyos propietarios eran el futuro gobernador del estado de Washington- Booth Gardner- y Jim Guercio, propietario del rancho Caribou. El equipo no tuvo demasiado éxito y se disolvió al acabar esa misma temporada, pero nos ha dejado un legado que perdurará por los siglos de los siglos. Es éste (tomad aire y agarráos a vuestras monturas, vaqueros) :

Sí, creíais que ya lo habíais visto todo en cuestión de camisetas, ¿verdad?. Pues esta camiseta con flecos de cuero de claros influjos cowboys se lleva la palma en cuanto a diseños imposibles. No sé, ésto no es como ir con una camiseta rosa, con un estampado horrendo o con una combinación de colores más desacertada que el chorizo con chocolate. Me imagino a los jugadores de los Caribous corriendo por el campo y, cada vez que agachan la mirada hacia el balón, ven esos flecos que les rodean el pecho bailoteando indómitamente. No es serio, llevar la camiseta de los Colorado Caribous o la del Getafe le quita al fútbol todo su misticismo. Si el defensa central del equipo hubiera utilizado un lazo para detener a los delanteros rivales, o si el extremo izquierdo corriera la banda a lomos de un potro salvaje, no me hubiera sorprendido nada.